domingo, 16 de marzo de 2008

Tres días en Barcelona (IV)


El miércoles nos vemos empujados a pasar una jornada en el Hotel Ciutat Vella, ya que nos cobran al menos una de las noches que habíamos reservado. Es lo que ellos denominan “política de empresa”. Está a 30 metros de la casa de Diego, y alterna algún detallito majo (agua, café, internet y fax gratuitos) con cierta racanería en la equipación de las habitaciones y en el kit del baño. Estéticamente es una especie de NH modernito. Por la mañana bajamos Las Ramblas hasta el prescindible mall del Marenostrum y después sorteamos la epidemia de monopatines que cerca el MACBA para visitar la tienda del CCCB, donde nos hacemos con algunos souvenirs y media docena de libros: los Micropoemas de Ajo, el tocho sobre Robert Crumb, las delicadas ediciones de Siruela (Octavio Paz, Plutarco…), Satie, Durás... Repetimos almuerzo en la terraza del Rita Rouge y después de trastear en La Boquería, nos surtimos de agua y pereza en el hotelito. Durante la siesta vemos un interesantisímo documental sobre las arañas y sus estrategias de caza (y de apareamiento: espectacular cuando una especie arácnida con complejo de mantis religiosa abre sus ocho patas para recibir el macho al que se zampa after-coito). A las ocho ya estamos en las puertas la Sala Castelló, donde se presentan los discos de Russian Red y Lonna Kelley. Fieles al "estilo eureka", los conciertos comienzan con bastante retraso y cierta precipitación. Nada que objetar: la salita está a tope y los músicos responden ante las dificultades. Russian Red cierra con una versión de un tema de Mazzy Star y Lonna Kelley despliega su inquietante catálogo de susurros y gruñidos mientras acaricia con delicadeza y talento las cuerdas de su guitarra. Me despido de Fernando Flow, que en unas horas sale volando hacia Austin para asistir a la feria discográfica South by Southwest, y nos vamos a cenar. Sergio, un tipo muy simpático que hemos conocido en el concierto, nos acompaña hasta el bullicioso bar de Las Fernández y en el camino iniciamos varias conversaciones que seguramente tendrán continuación. Como la espera estimada nos resulta excesiva buscamos al azar y entramos en el restaurante Ánima, donde descubrimos un vino joven muy resultón (Baldomà Selecció) y disfrutamos de la gracia explosiva que el vinagre de Módena añade al aceite de oliva: literalmente, para mojar pan.

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