martes, 18 de marzo de 2008

Tres días en Barcelona (VI)

Como prevención ante la lírica esgrimo la economía. Agustín Fernández Mallo ha vendido doce mil ejemplares de Nocilla Dream, y eso en este país es un pelotazo. Alfaguara le publica ahora Nocilla Experience y en la primera edición pone a calentar quince mil libritos por los mercados. En la Fnac AFM no para de sonreír hacia dentro mientras saluda a la afición. Pepe Ribas, a destajo, larga una introducción espesa y afectada donde él vuelve a ser el protagonista y pasa la palabra a Gabi Martínez. Y entonces comienza la aberración surrealista: el hombre se empeña en demostrar que se ha currado el asunto de la presentación y lee (muy mal) media docena de folios que resumen lo peor de lo peor del sofocante oficio del crítico. Rebusca conexiones absurdas, cuenta y recuenta cifras que nada suman, agita metáforas que nunca existieron y se enfanga en un ejercicio autocomplaciente y autodestructivo, bochornoso, insoportable, aburridísimo, insalvablemente absurdo. La educación de AFM no sirve de nada. Gabi se resiste a no ser aplaudido como el bravísimo exegeta que es. Vuelve a la carga y acosa al autor con preguntas que no merecen respuesta. Fernández Mallo suelta tres o cuatro frescas que dejan claro el tipo de escritor y de persona que es: alguien en las antípodas de los delirios de Martínez. Por citar sólo un ejemplo: “Antes era muy chulo y ahora sé que fui muy soberbio con los lectores. Creo que soy menos chulo. Creo que eso está bien”.

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