viernes, 14 de marzo de 2008

Tres días en Barcelona (I)


Rumbo a Barcelona, en el recién estrenado AVE, mi mujer y yo padecemos la escalofriante espera en el Vagón 4, Cafetería, con su también primeriza, y solitaria, camarera. Bocadillos poco recomendables, ventanillas demasiado bajas como para calcular bien los horizontes, alaridos móviles, turnos de desconfianza junto a la barra, propinas de los viajes. Dos horas y pico, entre somnolientas y esperanzadas, hojeando el periódico, ajenos a las películas y a las conversaciones. Vamos a ver a The Cure, a ver a un amigo, a comer cosas nuevas. Ya en El Raval, cuando anochece, abordamos el apartamento de Diego y proponemos vinos y cervezas antes de dirigirnos al Palau. Diego nos regala una rápida disertación sociológica de la ciudad antes de darnos las llaves de su casa, un envidiable espacio que combina la solidez de lo antiguo con la funcionalidad de lo moderno, no en vano apenas tardamos unos minutos en sacar de nuestra chistera común el inevitable tema Adrià. Camino de Montjuïc, reparamos en la extraña luz de esta ciudad, presos aún de los fogonazos que el flash perpetuo de Diego ha arrojado sobre nuestra prejuiciosa mirada. En la cola del Sant Jordi, una argentina pregunta a unas catalanas si hablan español. Dentro del recinto, limpio y engañosamente organizado, procedemos al calvario uno: comprar una cerveza, y al calvario dos: encontrar el sitio exacto que señalan nuestras localidades amablemente expendidas con su inquisitorial recargo por el cajero pertinente y más próximo de La Caixa. A un paso de derrochar nuestra "own private The Cure Experience" enredándonos en la inevitable secuencia de protestas y reclamaciones, nos dejamos llevar por la hipnótica vibración y la infalible oscuridad que anuncian el comienzo del concierto y nos despeñamos escaleras abajo hacia la pista. Cerca de la zona de tres puntos, comenzamos a gozar del show.
(…continuará…)

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